miércoles, 11 de agosto de 2010

EL DANTE REDIVIVO

Habiendo llegado el Dante y Virgilio al centro del Infierno se encontraron con varias almas en pena. Percatándose Dante que la pena de éstas, diferente era a las hasta ahora vistas, curioso preguntó al Maestro: ¿Y éstas que condena sufren? No hay peor condena en el mundo que ir cargando con el peso de su conciencia-sentenció exhausto y jadeante Virgilio.

Allí estaba Judas Iscariote, famoso por su beso traicionero y por las treinta monedas de plata guardadas en una bolsa de cuero de cabra, gimiendo eternamente su desgracia. En otro rincón oscuro presentes estaban Bruto y Casio, cada uno por su lado, maldiciendo su traición.

Éste- dijo Virgilio- señalando con el índice, es peor que los otros tres. Fouché, el genio tenebroso, también pululaba en las sombras. Escurridizo como una sierpe, acechante como un águila, astuto como un zorro y traicionero como una hiena-continuo diciendo el Maestro- era una verdadera bestia de la política de pasillos y bastidores en la Francia de finales del siglo XVII y principio del XIX. Supo, como ningún otro político de su época, ganarse primero la confianza de los revolucionarios franceses que derrocaron al rey Luís XVI, después la de Napoleón Bonaparte y por último la de Luís XVIII.
Dominó tras bambalinas palaciegas un cuarto de siglo, siempre a la sombra de las leyes, intrigando, conspirando y apostando al ganador.

¿Y éste anciano con gafas oscuras quien es?- preguntó el Dante- sorprendido de encontrar a un abuelito en el centro del Infierno. Augusto Pinochet. ¡El peor de todos! –exclamó el Maestro.

La carrera política de Pinochet-continuó Virgilio su relato- quedó cimentada con los cadáveres de víctimas inocentes, desaparecidos y desterrados. Conjugó magistralmente en su persona todas las características y cualidades negativas de los que aquí deambulan por los siglos de los siglos. Es tan malo y traicionero que hasta el mismo Lucifer teme una conspiración-sentenció severo el Maestro.

Ambos, el Dante y Virgilio, apresuraron la marcha porque era preciso escapar cuanto antes de aquel lugar, tan lleno de maldad y de miseria humana.


Roberto Herrera 11.08.2010

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