miércoles, 10 de noviembre de 2010

DE APOSTOLES Y POGROMOS

La noche del nueve al diez de noviembre de 1938, hoy hace 72 años, las hordas hitlerianas azuzadas por la propaganda antisemita concebida y dirigida por el ministro de propaganda del tercer Reich, Joseph Goebbels y contando con el apoyo de la fuerza de choque de los comandos paramilitares de las temibles SA de Hermann Göring arremetieron salvajemente contra la población judía alemana.

La brutalidad del golpe, la dimensión de la violencia y destrucción generada en pocas horas quedó registrada en la memoria colectiva de la sociedad alemana como “la noche de los cristales”, que fue el nombre con que los nazis bautizaron la cobarde acción paramilitar. Esa noche marcó un hito en la historia del antisemitismo alemán. Alrededor de cien judíos fueron asesinados, muchos fueron deportados a los campos de concentración, cientos de sinagogas fueron arrasadas y demolidas por los incendios provocados. Las vitrinas de más de 7000 almacenes y negocios de judíos fueron destruidas. Tanto culpables como inocentes percibieron con sus sentidos el ruido de los cristales rotos, las llamas ardientes de las sinagogas, y el olor desagradable del humo blanco y negro y los lamentos y llantos de miles de judíos que eran brutalmente agredidos por sus paisanos alemanes. A partir del pogromo alemán de 1938, no podía caber la menor duda de cuáles eran los planes funestos de Adolfo Hitler. Tampoco ningún alemán podía alegar desconocimiento de causa.

El antisemitismo mundial tiene obviamente un trasfondo religioso y es tan antiguo como antigua es la religión cristiana. Su origen se remonta a los albores del cristianismo y concretamente a raíz de la “muerte de Cristo Jesús por parte de los judíos”.

Según la Biblia (Hechos 9, 22) el apóstol San Pablo, llamado entonces Saulo, encontrándose de camino a la vieja Damasco con el fin de perseguir y castigar cristianos, vio de repente una luz que venía del cielo y se quedó anonadado. Él y sus acompañantes cayeron al suelo, no se sabe sí por el susto o por otro motivo de fuerza y energía mayor. Entonces oyó (solamente él) una voz que le decía :<< Saulo, Saulo, ¿por que me persigues? >>Él preguntó: << ¿Quién eres, Señor?>> Y la voz contestó: << Yo soy Jesús, a quien tu persigues; levántate y entra en la ciudad, allí se te dirá lo que debes hacer. >>

Saulo habiéndose quedado ciego por los efectos fulminantes de aquel potente halo de luz, tambaleándose y con la ayuda de los hombres que lo acompañaban logró entrar a la ciudad. Horas más tarde hace acto de presencia Ananías, quien habiendo sido delegado por el mismísimo Señor, se acercó a Saulo y tomándole de las manos sentencio severo: <> . Saulo, descendiente de la tribu judía de Benjamín, recobró ipso facto sus facultades visuales e inmediatamente fue bautizado. Habiéndose convertido al cristianismo, Saulo comenzó a propagar y divulgar el nombre del Señor a paganos, fariseos, incrédulos, reyes y mendigos, pero sobre todo, al pueblo de Israel, con la misma devoción, dedicación y meticulosidad con que días antes había combatido y perseguido a los seguidores de la nueva religión, judíos y no judíos, incluso condenado a muerte , como fue el caso de Esteban. Esta es la breve historia de Saulo que se convirtió con el tiempo en el apóstol Pablo, no por decisión de los hombres ni por intermedio de los hombres, sino por Cristo Jesús y por el Dios Padre, lo que puede leerse en la Biblia (Epístolas a los Gálatas y tesalonicenses, Hechos, etc., etc.).

Pablo, quien había pasado muy malos ratos y vivido duras experiencias con los judíos, narradas en el libro de los Hechos, especialmente los capítulos 15-28, al llegar a Tesalónica, habla a los griegos y les dice: “Hermanos, les tocó seguir el ejemplo (Persecución y acoso N. del A.) de las Iglesias de Dios que están en Judea, Iglesias de Cristo Jesús. Pues ustedes han sufrido de parte de sus compatriotas (tesalonicenses N. del A.) los mismos malos tratos que ellos (los cristianos judíos N. del A.) sufrieron de parte de los judíos. Son éstos los que dieron muerte al Señor Jesús y a los profetas, y que nos persiguen a nosotros. No agradan a Dios, y se portan como enemigos, al impedirnos hablar a los paganos para que se salven, con lo que colman la medida de sus pecados. Pero, al fin, la condenación está para caer sobre ellos.” Duras las palabras del apóstol Pablo a los tesalonicenses en relación a los judíos fariseos y por estar plasmadas en el libro sagrado de los cristianos han permanecido intactas a lo largo del tiempo. Por ser un lenguaje directo, el espacio para interpretaciones semánticas es muy estrecho.

Esta enseñanza teológica coloca al judaísmo diametralmente opuesto al cristianismo, puesto que ellos, los judíos, no solamente niegan el apocalipsis (revelación) de Jesucristo, sino que además “lo mataron”, a pesar de ser ellos, el pueblo escogido para que lo recibiera como el Mesías. Este es el pensamiento que resume en esencia el origen del antisemitismo a escala mundial y que Adolfo Hitler supo estampar y aprovechar pérfidamente para fines políticos-ideológicos en su obra funesta Mi lucha.

Muchos pueblos ancestrales de la América India, África, Asia y Oceanía vivieron sus “pogromos* ”, y fueron sometidos por la Cruz y la Espada imperialista. También fueron devastados, demolidos, saqueados, robados, linchados, asesinados y en algunos casos, hasta aniquilados totalmente como en el caso de los Taínos de la isla Juana, nombre con que Cristóbal Colon bautizara a la isla de Cuba.

¿Y todo esto en aras de la civilización occidental cristiana? ¿O existen otros intereses más terrenales?

Roberto Herrera 9.11.2010

*Pogromo: Palabra que viene del ruso y significa devastación o demolición. Históricamente se utiliza para referirse a los linchamientos y asesinatos, así como al saqueo, robo y destrucción de los bienes materiales cometidos contra un grupo étnico. Sin embargo, se suele denominar como pogromo, los crímenes de lesa humanidad cometidos contra el pueblo judío en la época de la Rusia Zarista y los perpetrados durante la Alemania hitleriana.

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