lunes, 22 de noviembre de 2010

¿QUIÉN DIJO QUE EL SOCIALISMO REVOLUCIONARIO ES PARA LOS RICOS?

Si las revoluciones socialistas fueran una mercancía, Margaret Thatcher hubiera sido comandante guerrillera y Ronald Reagan, su segundo al mando. Tesis.

Todas las revoluciones sociales a lo largo de la historia han sido el resultado del desequilibrio surgido entre la actividad creadora del hombre y la propiedad privada de los medios de producción. Desde Espartaco hasta nuestros días, la contradicción antagónica capital-trabajo ha sido la fuente generadora de conflictos sociales, que en dependencia del desarrollo específico de las relaciones de producción y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, han tenido un carácter y contenido político-económico propio y particular.

La trivialidad del tema podría sugerir propaganda cursi marxista anacrónica y desfasada. Incluso podría ser usted, estimado lector, uno de los tantos que está convencido que la teoría de Carlos Marx ha sido refutada por la historia y que los únicos que defienden las tesis del filósofo materialista alemán, hoy en día, son marcianos, alienígenas agitadores, idealistas empedernidos y desubicados, quienes además de tener un cerebro lavado con detergente barato comunista, son también tontos útiles ateos, bajo las ordenes de satánicos políticos de la talla de Fidel Castro Ruz y Hugo Chávez Frías.

¿Cuántas veces habrá tenido miedo a salir sola/solo a la calle de noche? ¿Y cuántas veces lo habrán asaltado unos pobres diablos más pobres que usted? ¿A lo mejor habrá hecho usted varias veces malabares a fin de mes para estirar sueldo y sopa? ¿Y qué me dice de la cuota del colegio de sus hijos? Y de salud ¿cómo andamos? Y sus dientes ¿qué? ¿O perdió el empleo? ¿Tiene deudas? ¿Problemas de drogas en el barrio? ¿Crímenes, robo a mano armada, coerción y chantaje? ¿Prostitución y violencia sexual? ¿Conoce la guerra? ¿Y cómo se explica esta penuria?

Muchos ideólogos occidentales sostienen que la sociedad capitalista del futuro será la única que podrá resolver los problemas existenciales de la humanidad. Una sociedad altamente desarrollada, donde la expresión más pura de la libertad individual estará sintetizada en la democracia liberal. Otros especialistas en economía-política sostienen que la disputa histórica entre los propietarios de los medios de producción y el asalariado ya no tiene ninguna razón de ser, puesto que el “capitalista” descrito por Carlos Marx en el siglo XIX es una especie económica en proceso acelerado de extinción. Los grandes magnates industriales como John D. Rockefeller, Alfred Krupp, J.P. Morgan y otros más, han desaparecido de la faz de la tierra, así como sucedió con los saurios gigantes. Hoy en día, argumentan los paladines del capitalismo, son las transnacionales, las corporaciones, las instituciones bancarias y las sociedades anónimas y de capital limitado (algunas venden el cuento, que los obreros que adquieren acciones, se convierten en accionistas y por lo tanto en! co-propietarios de la compañía!) las que tienen el poder real en los países capitalistas altamente desarrollados. Así predican los nuevos profetas del capitalismo moderno. Francis Fukuyama en su libro “El fin de la Historia y el último hombre”, llega a la conclusión que:” El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas”. Sin embargo, ocultan deliberadamente a sus adeptos, que detrás de las multinacionales y consorcios industriales están los viejos y nuevos poseedores de la propiedad privada de los medios de producción a escala mundial. El poder político-económico, por muy diluido y disfrazado que se encuentre, continua concentrado en una minoría. Los partidos políticos en la democracia representativa o parlamentaria, así como los gerentes de las compañías nacionales y trasnacionales son simplemente administradores del Gran Capital Industrial y Financiero. El capitalismo no es capaz de resolver los problemas existenciales de toda la humanidad, puesto que la riqueza que genera el trabajo de las grandes mayorías, es repartida de manera inversamente proporcional. El capitalismo es esencialmente anti-democrático.

El imperialismo económico-político-militar, entendido éste, como el resultado final de un proceso evolutivo de la concentración y acumulación del poder económico capitalista, es el verdadero enemigo de las mayorías trabajadoras. Aunque el típico capitalista de la época de Carlos Marx, con monóculo, frac, sombrero de copa y fumando un habano es una especie exótica extinguida, no significa que no haya más magnates industriales repartidos en los cinco continentes.

Ni la variante “más humana y cristiana” del capitalismo puede ofrecer trabajo, escuela, salud, casa y comida a las grandes mayorías del mundo, mucho menos el fascismo y el neo liberalismo. Las revoluciones socialistas por el contrario, responden a la necesidad de satisfacer las exigencias materiales y espirituales de las grandes mayorías.

No resulta nada extraño entonces, que a medida que la revolución socialista avanza, las clases sociales privilegiadas vean afectados sus intereses por el proceso revolucionario. A medida que la revolución aprieta las tuercas del andamiaje, la clase dominante va ocupando sus posiciones y mostrando su verdadero carácter contrarrevolucionario. La pequeña burguesía con sus diversos matices (“clase media” alta, media, baja) por el hecho de identificarse ideológicamente con la alta burguesía y el imperialismo, es la primera que reacciona y se transforma en el vocero de los intereses capitalistas, convirtiéndose en el caldo de cultivo natural de la contrarrevolución. Cuando se enteran que la revolución socialista no es para lucrarse ni para tener privilegios particulares, entonces son ellos los primeros que se niegan a aceptar que los pobres tengan derecho a vivir mejor y son ellos los que salen a protestar a las calles con sus cacerolas vacías, son ellos los que especulan con los productos de primera necesidad, son ellos los que apoyan los golpes de estado. La burguesía y sus aliados atizan la candela de la contrarrevolución, porque el socialismo revolucionario no se construye para los ricos.

Esto no quiere decir que la revolución sea excluyente. Todo lo contrario, siempre y cuando la participación en el proceso sea para consolidar los objetivos revolucionarios y para debilitar, en consecuencia, al enemigo. Todo lo que conduzca a la unidad es bienvenido.

Abierto estoy, en todo caso, a la crítica sana y constructiva, y si sale por ahí algún ciudadano corrigiéndome la plana, sepa de antemano que le doy las gracias y sí está también en la trinchera, pues, lo felicito.


Roberto Herrera 22.11.2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario