jueves, 20 de enero de 2011

DE MUTACIONES Y METAMORFOSIS

Para los que no conocen la historia, Teodoro Petkoff es un político octogenario venezolano, que en sus años mozos, allá por los años sesenta, agitó las banderas de la lucha armada como la única vía para la toma del poder político en Venezuela y que ideológicamente involucionó rápidamente, hasta convertirse en un acérrimo y declarado enemigo de la revolución bolivariana. Para mayores detalles, allí está a la disposición de los lectores interesados, una variedad de artículos escritos en el portal de Aporrea y otras fuentes digitales, en todos los estilos y contenidos, algunos muy minuciosamente indagados, en los que se demuestra con pruebas concretas, la cronología de su degradación política-ideológica.

El hecho de no vivir en Venezuela ni estar empapado en la intríngulis político-social cotidiana, no me impide, bajo ningún punto de vista, expresar mi opinión al respecto. Al contrario, pienso que muchas veces, desde la distancia, los fenómenos sociales se pueden ver desde otra perspectiva. Teodoro Petkoff pertenece a una especie particular de políticos ávidos de poder y de candilejas. Un articulista, quien al parecer conoce bien a Petkoff, lo compara incluso con José Fouché. Un símil que no comparto, puesto que Fouché, el genio tenebroso, actuaba en las sombras. Escurridizo como una sierpe, acechante como un águila, astuto como un zorro y traicionero como una hiena, era una verdadera bestia de la política de pasillos y bastidores en la Francia de finales del siglo XVIII y principio del XIX. Supo, como ningún otro político de su época, ganarse primero, la confianza de los revolucionarios franceses que derrocaron al rey Luís XVI, luego la de Napoleón Bonaparte y por último la de Luís XVIII. Dominó tras bambalinas palaciegas durante un cuarto de siglo, siempre a la sombra de las leyes, intrigando, conspirando y apostando al ganador.

Por el contrario, el accionar político de Teodoro Petkoff en los últimos treinta años no puede calificarse de inteligente ni mucho menos de audaz. El perfil que emana de toda la información periodística cotejada, es la de un político oportunista, cuya meta principal es el enriquecimiento particular y la retroalimentación narcisista. Compararlo con José Fouché es elevarlo a una categoría política que Teodoro Petkoff jamás logró ni logrará, aunque la intención del crítico haya sido otra.

Teodoro Petkoff es uno más en la larga lista de “conversos” y traidores en la lucha de clases de América Latina. Quiero referirme explícitamente a uno solo. Más joven y con mucho más cartel internacional, mítico guerrillero y con mucha más experiencia en la lucha político-militar que Teodoro. Se trata de Joaquín Villalobos, Comandante Atilio, alias René Cruz o Chón. Villalobos fue proclamado por la prensa burguesa durante el conflicto armado en El Salvador como el gran estratega militar dentro de la Comandancia General del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Entre ditirambos y panegíricos, los medios de comunicación al servicio del imperialismo, llenaron sus portadas con acciones militares espectaculares, concebidas y dirigidas supuestamente por Villalobos. Una vez finalizado el conflicto armado, a raíz de los acuerdo de paz en 1992 en Chapultepec, México, el Comandante Atilio recibió loas, salmos y el reconocimiento de sus antiguos enemigos de guerra. Ni siquiera el carismático general vietnamita Vo Nguyen Giap, un verdadero capo de la guerra de guerrillas, gozó de tantas alabanzas por parte de las academias militares norteamericanas. No es ningún secreto que la inteligencia política y militar del Pentágono siempre ha tratado y seguirá tratando de infiltrar a las organizaciones revolucionarias y a los partidos políticos de izquierda y de derecha, por razones de “la seguridad nacional de los Estados Unidos”. En reiteradas ocasiones, han logrado penetrar exitosamente las máximas esferas de las organizaciones y partidos revolucionarios.

En todo mito, como en toda leyenda, siempre existe una porción de ficción y otra de verdad. La verdad es que Villalobos nunca fue un marxista-leninista ni tampoco fue un apologeta del socialismo revolucionario en El Salvador. Detrás de la verborrea político-militar, típica de la época en que maduró como revolucionario, se encontraba en estado latente un planteamiento socialdemócrata de la revolución salvadoreña.

Las transformaciones o cambios experimentados, tanto por Petkoff como por Villalobos, en el trascurso de los años y que los han llevado a asumir posiciones diametralmente opuestas a las sostenidas en sus años de juventud y al mismo tiempo a defender con vehemencia los intereses clasistas burgueses e imperialistas, provocan toda clase de sentimientos encontrados. De allí que los vituperios y diatribas en Aporrea contra Petkoff sean emocionalmente comprensibles y políticamente correctos. Esta catarsis ideológica los convierte a ambos en enemigos confesos de la revolución popular socialista. No obstante, los enemigos más peligrosos de la revolución socialista son los de las propias filas, la quinta columna, los sin nombre, los que en las sombras y al abrigo de las leyes, van minando el camino. Estos hacen mucho más daño que Joaquín o Teodoro juntos. Por eso, mucho guillo Ruperto! No hay que gastar munición en zopilotes.

¿Mutación o metamorfosis?
En el caso de Joaquín Villalobos, los cambios político-ideológicos experimentados, pueden considerarse como un proceso de metamorfosis que se manifiesta en sus planteamientos teóricos juveniles, en las formas y contenidos posteriores, culminando con un género de vida muy diferente.

A Teodoro Petkoff, lo considero un mutante. En todo caso, si es cierto lo que dicen, que se transformó en sapo, a lo mejor heredó, de la rana toro, un pariente cercano, una característica peculiar: ¿Sabía usted, querido lector, cuál es el alimento principal de estos batracios? La rana toro es caníbal, y se harta además de todo lo que se le atreviese por su camino.


Roberto Herrera 20.01.2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario