viernes, 14 de enero de 2011

JOSÉ MIGUEL INSULZA NO ES BOLIVARIANO

Pocos patronímicos se prestan fácilmente para el juego de palabras, cacofonías y otros malabares literarios como el del actual Secretario General de la Organización de Estados Americanos (O.E.A), y debo confesar, que la tentación me corroe las neuronas de mi centro de Wernicke, no obstante, debo mantener la cordura y el control de mis impulsos límbicos, puesto que el tema que abordaré es demasiado serio, como para caer en vituperios e ironías que puedan interpretarse como un vulgar insulto al señor José Miguel Insulza.

Con un currículo académico brillante y con una envidiable carrera política, Insulza es un adalid mayor y paladín de los valores ético-morales y de las virtudes político-económicas del capitalismo. Como Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno concertacionista, presidido por el demócrata-cristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle durante el periodo presidencial 1994-1999, asumió un rol determinante en el lio internacional que se formó con el arresto domiciliario londinense del dictador Pinochet en 1998; por orden legal del juez español Baltazar Garzón y en su posterior desenlace, que culminó con el triunfal retorno a Chile del siniestro militar, el 3 de marzo del 2000. La causa contra Pinochet, sin ahondar en mayores detalles sobre la orden de captura y extradición del susodicho a España, formulada por el juez Garzón, y que fuera abortada por la decisión del senado chileno de vetar la extradición del senil canalla, estaba basada en los informes de la Comisión chilena de la verdad.

Si la historia no hubiera tomado el rumbo que tomó, Pinochet probablemente hubiera sido condenado por los tribunales internacionales por crímenes de lesa humanidad. Y, ¡qué bien le hubiera hecho a la salud histórica del pueblo chileno!, ver condenado a uno de los dictadores más sangrientos en los anales de América Latina, por los crímenes que se cometieron durante y después del golpe militar en Chile.

Sin embargo, Pinochet fue condenado por las leyes chilenas por ser un vulgar ratero de divisas. Algo parecido está ocurriendo con el terrorista confeso cubano Luis Posada Carriles, quien seguramente será condenado por el tribunal de justicia en Tucson, Arizona, sólo por haber ingresado ilegalmente a los Estados Unidos y por mentir a las autoridades. Del crimen de Barbados en 1976, en el que murieron más de 70 personas y de la serie de actos terroristas cometidos en territorio cubano y en el extranjero, dirigidos por Posada Carriles, son vergonzosamente ignorados. Los fiscales federales hacen mutis por el foro. Así también de ridículas, pueden ser las leyes, y así de cínicos los jueces que las aplican en las democracias-parlamentarias.

¿Qué opción tenía Insulza en aquellos días turbulentos de 1998?
Como en todas las encrucijadas de la vida, siempre hay dos opciones: ser o no ser, asumir o renunciar. Insulza optó por la primera y asumió su papel de edecán de las clases dominantes en Chile y sus buenos servicios diplomáticos se vieron convertidos en realidad, cuando el mundo entero vio por televisión como el anciano e invalido Pinochet, bajó en Santiago de Chile la escalinata del avión, saboreando su triunfo, vivito y coleando, como si se tratara de un decatleta ganador de la presea olímpica, el mismo aquel provecto de las imágenes conmovedoras de decrépito en silla de ruedas estrechando la mano de Margaret Thatcher, la dama de hierro del imperio británico. Su retorno fue efectivamente una victoria de las fuerzas más conservadoras y recalcitrantes de la sociedad chilena.

De haber optado José Miguel Insulza por la otra opción, hoy, no sería él el secretario general de la OEA y no tendría la eminente posibilidad de convertirse en un futuro próximo, en el presidente de todos los chilenos y las chilenas.
Si José Miguel no fuera lo que es, es decir, un político que quiere hacer carrera, que va arando en la tierra firme y fértil de la diplomacia pro norteamericana, hoy no andaría despotricando contra la ley habilitante. A lo mejor sería un amigo de la revolución venezolana. Pero los senderos que Insulza recorre no son los de Simón Bolívar.
Definitivamente, él no es bolivariano. Le falta la gracia y viveza de los venezolanos.

Roberto Herrera 14.01.2011

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