viernes, 4 de febrero de 2011

LA FILANTROPÍA, EL INSTINTO SOCIAL Y LA MALA CONCIENCIA

Cuenta Mateo, el discípulo del Nazareno, que un día cualquiera, el Maestro partió de Galilea rumbo a los territorios de la antigua Judea. Durante la larga travesía, Jesús se dedicó, aparte de descansar y disfrutar de almuerzos frugales, a predicar y sanar a los enfermos que encontraba en el camino. Habiendo llegado a su destino, se acercaron a él un grupo de fariseos y unos niños juguetones con el propósito de poner a prueba sus conocimientos y facultades. Entre ellos se encontraba un joven famoso por ser muy rico, quien a boca de jarro, preguntó: ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la vida eterna? Cumple con los mandamientos ─contestó Jesús lacónicamente─ mordisqueando un delicioso y aromático damasco. ¿Cuáles?─respondió el joven rico─, delatando preocupación y confusión. Jesús, con paciencia y benevolencia, le recitó en arameo un compendio de las tablas de Moisés. ¡Pero sí he cumplido con todos!─exclamó asustado el fariseo ricachón─, ¿qué más me falta? El Maestro, dando leves muestras de comprensible irritación, le dijo: “Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que posees y dáselo a los pobres.” El joven no esperaba tal respuesta y comprendió que para ser bueno, tenía que despojarse de todos sus bienes materiales. Así que se marchó triste y cabizbajo, y no volvió jamás. Entonces Jesús se dirigió a sus discípulos, quienes escuchaban atentos la conversación del Maestro, mientras degustaban el pan ácimo y vino fresco de la región, sentados en el suelo arenoso del desierto: “Créanme que a un rico se le hace muy difícil entrar al Reino de los Cielos. Se los repito, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar al Reino de los Cielos”.

Desde entonces, los ricos teístas no saben qué hacer para conseguir un lugarcito en el Reino de los Cielos. Se disfrazan de filántropos y altruistas, y van repartiendo por el mundo dádivas y limosnas entre los pobres. ¿Y de qué se preocupan tanto algunos? ¿Un problema moral?

La moralidad es un fenómeno de la colectividad. Si los hombres no viviéramos en sociedad y no dependiéramos de la reciprocidad de las relaciones integrales con nuestros semejantes para sobrevivir en la naturaleza, los valores y preceptos morales no serían necesarios. El instinto social, es por lo tanto, la fuerza de cohesión que une al género humano y la moral es el producto directo de la evolución de las relaciones humanas. Y como tal, las reglas morales se adquieren a través de un proceso de aprendizaje colectivo. La moral no es una impronta genética. Los principios y valores morales de la sociedad capitalista, constituyen la supraestructura ideológica que es la base del supuesto equilibrio social y que condiciona y estabiliza el modo de vivir entre ricos y pobres, sanos y enfermos, jóvenes y viejos, superdotados y menos dotados. La moral o la “doble moral” es, por lo tanto, el broche dorado del contrato social.

El altruismo es un fenómeno social ancestral en el reino animal y no está limitado a la especie humana. Los expertos en psicología social distinguen cuatro categorías de altruismo: altruismo funcional, altruismo social, altruismo intencional y altruismo “egoísta”. La mayoría de los animales, incluyendo al hombre, tienen un comportamiento altruista funcional, es decir colocan el beneficio de los demás antes del beneficio propio, sin que éste sea un acto consciente o valorado como bueno o malo por la parte que lo recibe. El hambre, la miseria y las enfermedades son estímulos sociales manifiestos, que generan impulsos empáticos y que pueden expresarse en comportamientos altruistas sociales. Los mecenas en la antigua roma practicaban un altruismo intencional, en la medida que patrocinaban específicamente las artes y las letras. Epicarmo de Siracusa fue un comediógrafo, filósofo y poeta griego que en uno de sus versos lúdicos dijo manus manum lavat, que dio origen al proverbio castizo de una mano lava la otra, con lo cual queda ilustrado plásticamente el significado del altruismo “egoísta”: Ayúdame que te ayudaré.

Según informan los medios de comunicación, Bill Gates y Warren Buffett, los hombres más ricos en los Estados Unidos y que de acuerdo a la revista americana Forbes, encabezan la lista de los 100 terrícolas más ricos del orbe, detrás del mexicano Carlos Slim Helu y familia, han iniciado una cruzada filantrópica por los cinco continentes para sensibilizar a sus congéneres millonarios, sin importar que lugar ocupen en el ranking mundial, con el fin de convencerlos de entregar parte de su riqueza para luchar contra la pobreza y las enfermedades. Muchos han escuchado el llamado de Bill y Buffett, y han comenzado a repartir sus millones. El empresario chino y multimillonario Chen Guangbiao, para comenzar el nuevo año chino, distribuyó, según la tradición, dinero en sobres rojos en la población más necesitada de Taiwán. Sin embargo, algunos comentaristas opinan que Carlos Slim Helu no está muy convencido del proyecto y de acuerdo a la idiosincrasia mexicana a lo mejor pensará: ¡Nones pinche Bill, regala tus dólares si quieres!

Muchas son las historias míticas que navegan por los siete mares de millonarios filántropos que amasaron fortunas con el sudor de su frente, con mucha disciplina y austeridad espartana. Lavaplatos convertidos de la noche a la mañana en magnates, por la obra y gracia de hadas madrinas modernas como en el cuento de la Cenicienta. Pienso que son contados los millonarios que con su propio sudor han llegado a reunir astronómicas cantidades de dinero. Bill Gates podría ser uno de ellos, quien con cacumen e inteligencia está donde se encuentra y por lo visto, no se siente ni cómodo ni tranquilo viviendo allá en las nubes, que aunque cerca del cielo no es el reino celestial.

Quiero dejar en claro que no tengo nada en contra que estos señores repartan sus bienes de la forma y estilo que más les apetezca. Tampoco quiero negar que dentro del conjunto de hombres millonarios puedan existir algunos, que siguiendo la parábola de Jesús y el joven rico, estén realmente preocupados por entrar en el Paraíso y tengan cargos de conciencia.

No obstante, soy de la firme convicción que las plagas que azotan a la sociedad moderna no se resuelven con filantropía y caridad. Hace falta mucho más que dólares para erradicar el hambre, las enfermedades y todos los flagelos surgidos a causa de la injusticia social del sistema capitalista. Entre más millonarios son registrados en la famosa lista Forbes, más hambrientos, enfermos, desempleados y millonarios de lombrices, como dijera Alí Primera, habrá en la faz de la tierra. En este sentido el llamado de Bill Gates y Warren Buffett de: ¡Millonarios de todos los países, uníos!, más que esperanzador es alarmante.

La gran burguesía internacional le teme a la revolución socialista. Los pobres del mundo no tienen nada que perder en ella más que los sueños y quimeras samaritanas que obnubilan el pensamiento y esclavizan la conciencia. Tienen, en cambio, con el esfuerzo y sudor colectivo, un mundo que ganar.

¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!

Roberto Herrera 04.02.2011

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