martes, 17 de mayo de 2011

El poder de los poderosos no es erótico

El poder, entendido éste como la facultad de imponer a través de la sugestión, el terror o por la fuerza la voluntad particular a los semejantes, es como una hiedra que va ocupando los espacios más secretos de la mente y del espíritu humano de aquel que lo ostenta, hasta convertirlo en un harapo de carne y hueso. La historia de la humanidad, está regada de ejemplos de abuso del poder. Quien que se sabe poderoso y además es esclavo de las bajas pasiones, termina creyéndose un ser omnipotente.

En la sociedad moderna, la omnipotencia, es decir, aquel atributo omnímodo propio de los dioses, se ha convertido en la característica principal de muchos líderes políticos, militares, religiosos, edecanes, funcionarios de estado y de organizaciones no gubernamentales. Allí tenemos al italiano Silvio Berlusconi mal utilizando el poder para fomentar la prostitución de lujo con sus fiestas Bunga-Bunga. Este político poderoso y sin escrúpulos, se ha puesto al parecer por encima de la ley y nos sonríe diariamente desde la primera plana de los periódicos, sugiriéndonos con sus dientes Colgate, que él sí come carne de ternera todos los días de la semana, menos el viernes, que es santo, en el que se conforma con un par de conchas y otra variedad de choritos nacionales y extranjeros.

Y qué decir, de los muchos obispos y curas católicos, quienes sabiéndose poseedores del poder que otorga la cruz y la sotana, se han aprovechado sexualmente de niños, jóvenes y adultos. Degenerados sexuales que interpretan deliberadamente mal las palabras que exclamara Jesús una ocasión en Galilea: “Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos”. Entonces, Jesús con amor puro abrazaba a los niños y luego ponía sus manos sobre ellos para bendecirlos. Estos pederastas y pedófilos con hábito, han tocado a muchos niños con lascivia, no para bendecirlos, sino para maldecirlos y traumatizarlos para el resto de sus vidas. Hombres perversos e hipócritas cuyo lugar no es la sacristía, sino la penitenciaria o el psiquiátrico. La crónica de los abusos sexuales tanto en la curia como en la sociedad civil es larga, triste y vergonzosa. Muchos son los hechores y victimarios que se escudan detrás del poder y lamentablemente pocos los que han recibido una condena merecida.

El director gerente del Fondo Monetario Internacional, el francés Dominique Strauss-Kahn, miembro del partido socialista francés y supuesto candidato a la presidencia de Francia, ha sido acusado de agresión sexual a una camarera de un hotel de Nueva York. Una noticia que no sorprende tanto, puesto que la debilidad por las faldas del representante de la poderosa institución financiera mundial era conocida. No obstante, con el morbo político que rodea al suceso, la nota periodística tiene una gran rentabilidad para los medios de prensa serios y menos serios del orbe. Pero Strauss-Kahn, en el caso que así haya sido, es solamente un ejemplo del hombre poderoso, que sintiéndose importante y omnipotente, va por el mundo queriendo satisfacer el dictamen de sus hormonas masculinas a toda costa. No es él el único. Como él, hay millones de hombres que sabiéndose con el poder que les otorga el cargo, el dinero o la fuerza, violan y maltratan a mujeres, hombres y niños sin distinción de clase, etnia, credo y edad.

A Henry Kissinger, ex ministro de Asuntos Exteriores de los Estados Unidos durante la legislatura de Richard Nixon a principios de los años setenta, quien luego después del escándalo de Watergate, continuó en funciones con Gerald Ford, se le atribuye haber afirmado lo siguiente: “el poder es erótico”
Probablemente Henry Kissinger, pavoneándose un poco, nos quiso decir de manera metacomunicativa que a él las mujeres lo encontraban sexualmente atractivo. Como no he leído sus biografías vetadas y aprobadas, no puedo saber cuáles fueron las mujeres, aparte de la propia, que cayeron en las redes sensuales y eróticas de las espesas cejas tipo cepillo de zapato que se gastaba cuando era más joven y potente. Es posible que Lucía Hiriart, la primera dama de la República de Chile durante la dictadura de Pinochet, haya sido una de sus más fieles admiradoras y pretendientes. Sobradas razones tenía la viuda del dictador asesino, de compensar de una u otra forma, todos los favores y esfuerzos que realizó Kissinger por imponer la dictadura militar en Chile.

¡El poder de los poderosos no es erótico ni qué ocho cuartos! Es un instrumento de perversión sexual, opresión, explotación, flagelación, persecución, expoliación, vejación y crimen.

Roberto Herrera 17.05.2011

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